La pandemia de Covid, que aún estamos viviendo, ha supuesto un duro golpe emocional para todo el mundo, pero, en especial, para los niños. Si tenemos en cuenta su poca edad, los dos años de confinamiento y restricciones suponen, proporcionalmente, un tiempo enorme de sus cortas vidas.
De hecho, muchos niños menores de 10 años apenas recuerdan como era la vida antes de la pandemia. Esta ausencia de experiencias sin medidas excepcionales, puede hacerles interiorizar, como normales, ideas y patrones que les puedan afectar en su crecimiento.
Uno de estos efectos secundarios, que estoy tratando, con mucha frecuencia en mi consulta es el de niños que manifiestan excesiva preocupación e, incluso, fobia a contaminarse o a ensuciarse.
¿Por qué algunos niños tienen fobia a ensuciarse?
Durante estos dos años, los pequeños han recibido constantes mensajes sobre la necesidad de lavarse las manos, usar gel hidroalcohólico, no tocar nada fuera de casa, mantener la distancia de seguridad o el peligro de un virus invisible que puede estar en cualquier parte.
Toda esta presión ha provocado que el mundo se convierta en un lugar temible y peligroso para ellos.
Muchos niños, especialmente sensibles, han comenzado a desarrollar fobias que les limitan en sus vidas. Se sienten sucios si tocan cualquier superficie que consideren poco higiénica, abusan del gel hidroalcohólico hasta provocarse quemaduras en las manos o, por miedo a contaminarse, llegan al extremo de rechazar el contacto físico con sus padres.
Cómo ayudarles a superar esta obsesión por no ensuciarse
Este tipo de actitudes, si son mantenidas durante mucho tiempo, corren el peligro de enquistarse y limitar cada vez más la vida del pequeño y la de sus familiares.
Mi trabajo con estas familias se centra en apoyar al niño desde todos los ángulos. Por un lado, tratamos de apoyarle emocionalmente y ayudarle a relajar sus miedos; por otro, se le ofrece información real para que pueda diferenciar entre las precauciones necesarias para cuidarse y las que son exageradas.
Según la edad del niño, la forma de adaptar la información es diferente,pero, en general, estas son algunas de las pautas que trabajo con ellos y con sus familias:
- Explicarles qué es el sistema inmunitario
Es importante que los niños conozcan como funciona el sistema inmunitario para que no lleven al extremo la necesidad de limpieza.
En nuestras sesiones, les explico que nuestras defensas necesitan enemigos contra los que luchar para entrenarse, no aburrirse y estar preparadas, por si viene algún enemigo más peligroso. Si está todo súper limpio y no hay nada de suciedad, el sistema inmune no se entrena y esto tampoco es bueno porque puede, incluso, llegar a provocar enfermedades autoinmunes.
A algunos niños, los que llegan a evitar el contacto con sus hermanos o con sus padres, les explico que los miembros de una misma familia comparten entorno y tienen sistema inmune parecido, por lo que es mucho menos peligroso tocar a un familiar que a un desconocido.
- Explicarles las precauciones mínimas básicas
Gracias a la pandemia, estamos aprendiendo cuáles son las precauciones que debemos seguir para estar seguros y protegernos frente a los virus.
Acciones como el lavado de manos al llegar a casa o no tocar la boca/nariz, si hemos rozado algo sucio, nos ayudan a eliminar la mayor parte del peligro. Una vez tenidas en cuenta estas precauciones, se puede realizar una vida normal dentro de los espacios seguros.
- Explicarles que hay un térmio medio
No tomar las cosas como limpias o sucias, como una dicotomía, sino como una escala gradual en la que existen muchos niveles de suciedad. Nuestro sistema inmune está preparado para afrontar gran parte de esa escala y solo en casos extremos, podemos tener problemas. Nuestra labor es tratar de mantener un entorno limpio, pero sin llegar a la obsesión.
El miedo o el asco son emociones que pueden llegar a dominary limitar nuestra vida, pero podemos manejarlas para que no lleguen a este extremo. En la consulta, le explico a los niños que estas emociones son necesarias, que nos advierten de un peligro, pero que no pueden descontrolarse e inducirnos a pensar que todo es peligroso.
El asco, por ejemplo, le sirvió a nuestros antepasados para no comer carne putrefacta o una fruta en mal estado. Eso está bien, pero no puede dominarnos hasta el punto de hacernos sentir asco por cualquier comida. Siempre hay que buscar el punto de equilibrio entre la protección y la exposición a la vida.