Dra. Karina Acevedo-Whitehouse
Alfred Nobel, inventor de la dinamita (un explosivo que utiliza nitroglicerina) fue el fundador de los Premios Nobel, que son otorgados cada año para premiar a quienes más han contribuido a las ciencias exactas, ciencias biológicas, y humanidades. La historia nos dice que Alfred Nobel acabó muy arrepentido de haber creado algo que mató a tanta gente y por eso decidió dedicar su fortuna a labores más dignas. De hecho, en la página de los premios Nobel se indica lo siguiente: “El creía que la gente es capaz de ayudar a mejorar a la sociedad a través del conocimiento, ciencia y humanismo. Esa es la razón por la que creó un premio que recompensaría los descubrimientos que han conferido el más grande beneficio a la humanidad” (https://www.nobelprize.org/the-nobel-prize-organisation).
Tal vez me he vuelto muy cínica, pero me parece que es improbable que alguien que dedicó muchos años de su vida a inventar explosivos haya sido ingenuo sobre el uso bélico que se les darían a esos explosivos. ¿Para qué otro motivo los hubiera inventado? Claro que ahora la nitroglicerina se utiliza como tratamiento en algunos casos de cardiopatías, pero ese no fue el uso que Alfred Nobel persiguió. En bandeja de plata, Alfred Nobel creó explosivos cuya finalidad era matar gente. Punto. Supongo que no le gustó demasiado ser recordado por ese ‘pequeño’ detalle. Esto es común entre empresarios con m-u-c-h-o dinero; al final, desean ser recordados como filántropos humanistas, no como mercaderes que pisotean lo que tengan que pisotear, incluyendo vidas humanas, para lograr vender más.
Entonces, en su testamento pide que con su dinero se forme una fundación que otorgue premios a científicos en el área de la física, química, fisiología o medicina, así como literatos y humanistas. Cosa que se ha hecho desde 1901, con la adición de un premio para economía en 1968 (https://www.nobelprize.org/the-nobel-prize-organisation).
Hoy le han otorgado el Premio Nobel en Fisiología y Medicina a Katalin Kariko y a Drew Weissman, dos científicos responsables de haber propuesto el uso de bases nucleosídicas modificadas en la tecnología del ARNm sintético (https://amp.redaccionmedica.com/secciones/medicina/premio-nobel-de-medicina-2023-a-los-padres-de-la-vacuna-contra-el-covid-19-2394). En la mañana un amigo me preguntó qué me parecía ese hecho. Comparto con ustedes la respuesta que le di:
“Era esperado que lo hicieran, pero aun así me sorprende el que, incluso dada la evidencia (que cada día es más complicado que los medios escondan) de que estos productos son, simplemente, armas biosintéticas, hayan tenido el descaro de hacerlo.
Estoy, entonces, sorprendida y enojada por la mentada de madre que este premio significa para los millones de vacunados que han sido afectados, para los millones de vacunados que aún no saben que han sido afectados, y para la humanidad entera, porque todos, de una u otra forma, hemos sido afectados. También estoy con ganas de que hagamos todos aún más para parar esto”. (Continúa en https://t.me/akashacomunidad/2923)
Sé que para muchos ese premio será tomado como evidencia de que las inoculaciones de ARNm sintético “son seguras” y que “han sido la razón por la que la ‘pandemia’ fue controlada”. Pero, si han leído y comprendido al menos el 10% de los estudios que aquí he compartido, sabrán que no es así. El premio no borra el hecho de que ese descubrimiento llevó a que, como hizo Alfred Nobel con la nitroglicerina, fuera utilizado en un producto que puede haber ocasionado la muerte o enfermedad grave de millones de personas. ¿No me creen? Bueno, pues tan solo en la página de Eudravigilance (el sistema de monitoreo Europeo de eventos adversos; https://www.adrreports.eu/en/search_subst.html#) se enlistan 1,257,686 reportes de reacciones adversas asociadas a las tres inoculaciones (la “original”, la “original + BA.1” y la “original + BA4.5”) de ARNm sintético de Pfizer, y 391,492 asociadas a las tres inoculaciones de ARNm de Moderna. Un total de 1,649,178 reportes de reacciones adversas asociadas a esta investigación hoy laureada. Y de estas, al menos una tercera parte se trata de reacciones graves, de acuerdo con Eudravigilance. Es decir, al menos medio millón de reportes de reacciones graves. Y en el sistema de monitoreo de eventos adversos de los Estados Unidos, al 15 de septiembre se han reportado 36,231 muertes asociadas con estos productos, además de 38,449 eventos serios que pusieron en riesgo la vida del paciente (además de miles de casos de miocarditis, abortos, y otras linduras) que pueden ustedes ver en https://openvaers.com/covid-data. Si consideramos que se estima que esos sistemas de monitoreo podrían reflejar tan solo el 1% de lo que realmente ocurre, estaríamos hablando de una hecatombe. Incluso si nos vemos más conservadores y aplicamos el factor de subreportaje calculado para eventos graves asociados a las inoculaciones de ARNm (31; https://nationalcitizensinquiry.ca/wp-content/uploads/2023/04/WI-4d-Rose-Pharmacovigilance-VAERS-Paper-FINAL_2021-10-01.pdf), entonces tendríamos que multiplicar la suma de los eventos adversos serios por 31, lo que nos da un flamante total de un poco más de 19 millones (19,356,586) de eventos adversos graves. Hmmm… no sé ustedes, pero me parece que a los miembros de la Academia Sueca de las Ciencias encargados de escoger a los ganadores se les aflojó un tornillo (o se les engordó el bolsillo… o las dos opciones, ya que no son mutuamente excluyentes).
La Dra. Natalia Prego hoy nos recordó que en la Alemania Nazi también se dieron reconocimientos al Dr. Joseph Mengele – el Dr. Muerte – que fue responsable de centenares de experimentos y torturas a humanos. De hecho, resulta interesante que su trabajo fue apoyado por al menos 20 científicos que fueron otorgados en diferentes momentos de su carrera un premio Nobel (https://www.theguardian.com/world/2005/mar/22/research.germany). Así que no tiene por qué extrañarnos que se le confiera este ‘honor’ a Katalin Kariko y a Drew Weissman. Simplemente, es congruente con lo que hace la Fundación Nobel. (Continúa en https://t.me/akashacomunidad/2924)
Me parece que la vida del humano se trata de las elecciones que hace. Pongamos un poco de contexto, ¿les parece? La nitroglicerina fue inventada en 1847 por el químico Ascanio Sobero, quien, de hecho, advirtió en contra de su uso como explosivo. A Alfred Nobel le importó poco ese hecho, y poco después comenzó a utilizarlo para desarrollar explosivos, aunque eso le costó la vida a su hermano y a otras cuatro personas, cuando explotó una fábrica en la que preparaban explosivos (https://www.indiatoday.in/education-today/gk-current-affairs/story/alfred-nobel-facts-356673-2016-12-10). Simplemente, siguió adelante intentando encontrar formas ‘más seguras’ de fabricar los explosivos. Otras personas, como William Murrel, decidieron usar esa tecnología de forma que, en vez de provocar muerte, ayudara a que sobrevivieran. Pero Alfred, no; tan solo cuatro años después de la muerte del hermano de Alfred Nobel, Murrel propuso usar cantidades pequeñitas de nitroglicerina para ayudar a personas con angina de pecho (https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0140673602460321). ¿Lo ven? Elecciones muy diferentes. Ascanio Sobero no deseaba que se utilizara su descubrimiento para matar, pero no pudo controlar los sucesos. Somos responsables de nuestras creaciones, sin duda. Supongo que Kariko y Weissman podrían argumentar (suponiendo que algún día se logre llevar a juicio a los responsables de toda esta locura) que ellos no hicieron las “vacunas”. Podrían argumentar que ellos solamente crearon la tecnología que permitía que el ARNm sintético durara más tiempo en la célula. Pero si exploramos un poquito más, vemos que eso sería una monumental mentira, sobre todo porque desde 2013 Kariko es vicepresidente de BioNTech, la farmacéutica que se asoció con Pfizer para crear estos productos (https://www.nature.com/articles/s41591-018-0183-7; https://en.wikipedia.org/wiki/Katalin_Karik%C3%B3). Drew Weissman tampoco está exento de tierra: desde 2018 recibe financiamiento de BioNTech (https://www.fiercebiotech.com/biotech/biontech-taps-drew-weissmann-s-upenn-lab-to-expand-into-infectious-disease-mrna-vaccines). Supongo (alerta de sarcasmo) que eso no tiene nada que ver con que hayan ganado el premio Nobel, ¿no?
¡Qué asco, y qué tristeza ver tan prostituida al quehacer científico!
Estos años han significado la caída de instituciones, de creencias y de certezas a muchos niveles. Vuelvo a confesar que pecaba de ingenua en este sentido. Para mí, sin haber leído demasiado al respecto, los premios Nobel eran algo respetable, serio, neutro. Claro, sabía que los de economía y de paz eran una burla. Digo, darle el premio Nobel de la Paz a Obama en 2009, cuando envió a más de 120,000 tropas adicionales a diversos países que estaban siendo asediados por las guerras de los Estados Unidos es, francamente, una mentada de madre (https://www.britannica.com/biography/Barack-Obama/Wars-in-Iraq-and-Afghanistan), pero, de forma ingenua, consideraba que los premios dados a científicos eran incólumes de corrupción y conflictos de interés. No lo son.
Así que, mientras unos celebran el que haya sido otorgada esta presea a las “magníficas” (es sarcasmo) inoculaciones de ARNm sintético, otros vemos con mirada abierta esto que ocurre. Es, sin duda, un mensaje claro y contundente de quienes están a cargo. Sin embargo, con todo y los premios otorgados, el poder sigue estando en la gente, la gente de a pie que no recibe premios ni distinciones. Porque es la gente de a pie que puede, siempre, decir ‘no más’. Y si lo dice suficiente gente, no hay premio que baste para seguir adelante con este genocidio.
Karina AW
PD. Si alguien intenta justificar que las inoculaciones son ‘seguras’ porque ya recibieron el premio Nobel quienes inventaron las bases nucleosídicas modificadas para su uso, tal vez habrá que recordarles que entonces, que el Dr. Luc Montagnier era premio Nobel y las consideraba peligrosísimas. Digo, no está de más.